Cuando volvió a su ciudad, pocos recordaban a su familia, pero en
medio de la ostentación de su dinero empezó a llamar la atención. Su
primera inversión fue la hacienda Pisamal, situada a las afueras de
Armenia, donde modificó la estructura del restaurante La Posada Alemana,
para convertirlo en un lujoso complejo hotelero. Como prueba de su
excentricismo, frente a su propiedad hizo levantar una enorme escultura
de homenaje a John Lennon. Además, consolidó la empresa ganadera Cebú
Quindío.
Hasta ese momento no era más que un repatriado que
acostumbraba repartir dinero a los campesinos. Sin embargo, cobró
notoriedad porque decidió regalarle a la Gobernación del Quindío un
moderno avión. El extraño obsequio cogió de sorpresa a la clase
dirigente de su departamento y hasta Bogotá, al despacho del entonces
presidente Julio César Turbay, llegó la consulta sobre qué hacer con la
aeronave. Al final fue legalizada con el aval del Ministerio de
Gobierno. De alguna manera, era un hombre sin líos judiciales
En
1982, mientras en Antioquia Pablo Escobar Gaviria, en contravía de sus
socios y de su familia decidió incursionar en política, Carlos Lehder
Rivas hizo lo propio en el Quindío. Así nació su Movimiento Latino
Nacional, fortalecido con el periódico Quindío Libre que repartía
gratuitamente en las principales ciudades de Colombia. En medio de los
discursos tradicionales de la política, el de Lehder tuvo un énfasis
específico: la lucha contra el Tratado de Extradición. En 1984, su
movimiento alcanzó a obtener curules en su departamento.
Pero
definitivamente, como a Escobar, fue la actividad pública la que empezó a
poner en la mira de las autoridades a Carlos Lehder Rivas. Abiertamente
se exhibía en las calles de Armenia, de la misma manera como pagaba
páginas en los principales periódicos del país, arengando contra la
extradición. Acostumbraba a citar frases de Adolfo Hitler, de quien se
confesaba gran admirador, y fueron de su cosecha frases de los mafiosos,
como aquella que identificó a los extraditables: “Preferimos una tumba
en Colombia que una cárcel en EE.UU.”.
Sin embargo, como a los
demás mafiosos, el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla en abril
de 1984, lo puso en la órbita de la extradición. Fue así como en mayo de
ese mismo año la Corte Suprema de Justicia rindió concepto favorable
para su envío a Estados Unidos, en virtud de un requerimiento de la
Corte Distrital de La Florida. En otras palabras, judicialmente hablando
quedó listo para que, en caso de que fuera detenido, pudiera ser
extraditado a Estados Unidos para responder por narcotráfico.
La
verdad es que nunca atendió mucho los requerimientos de seguridad y en
tres oportunidades estuvo a punto de ser capturado. La primera vez en
los Llanos del Yarí, en el Caquetá, días después del desmantelamiento
del laboratorio de ‘Tranquilandia’ en 1984. Después en área rural de
Puerto Gaitán (Meta), en una propiedad a orillas del río Manacacías, en
1985. Finalmente, en la finca Airapúa, también en el Meta, el mismo año.
Aun así, con desafiante conducta daba entrevistas a la prensa y retaba a
sus socios.
El día de su captura llevaba una semana dedicado al
licor y la droga, lo que hizo posicionar inicialmente la versión de que
la Policía le había llegado más por el escándalo de la fiesta en la
vereda Los Toldos que por labores de inteligencia de la institución.
Después se dijo que una de sus amantes lo había traicionado y luego se
aceptó que había sido producto de una delación. El jefe guerrillero
Jacobo Arenas, en una entrevista publicada por la revista Semana en esos
días, dio con una versión más sensata:
“¿A quién se le ocurre que
Lehder tenga un grupo de 14 hombres armados de metralletas y cuando la
Policía lo coge preso, ninguno de sus bandidos haga un tiro? Está
perfectamente claro que fue un sainete, un montaje, a Carlos Lehder lo
sacaron del negocio sus propios compañeros, seguramente por loco”. Días
después, el propio narcotraficante, dentro de las pocas declaraciones
que se conocieron, admitió que había sido traicionado por otros
mafiosos. Fue el trofeo que pudo exhibir el gobierno Barco en su lucha
contra la mafia.
La prueba fue la premura con que se obró
atendiendo una solicitud expresa de Estados Unidos. Sólo duró ocho horas
en Colombia después de su captura. En un helicóptero de la Policía lo
movieron de Guarne al aeropuerto de Ríonegro. De esta terminal aérea al
aeropuerto militar de Catam, fue transportado en un Hércules de la
Fuerza Aérea, y antes de caer la tarde, en un avión Turbo Commander, con
previa escala en la base de Guantánamo, enviado a una base aérea en el
estado de La Florida.
Si a Lehder Rivas lo tomó por sorpresa y
hasta llegó a burlarse de quienes lo capturaron porque tenía plena
confianza de que no sería extraditado, también a los demás mafiosos los
dejó estupefactos la decisión del Gobierno. El Tratado de Extradición se
había caído en la Corte Suprema de Justicia en diciembre de 1986, pero
el presidente Barco tomó la decisión basado en la presunción de
legalidad que le daba haber tratado de enmendar el error de la ley
aprobatoria del Tratado, imponiéndole su firma. Para los mafiosos, la
extradición de Lehder fue el paso previo a su terrorismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario